La Organización de la iglesia.

 

¡El Poder! El hombre siempre ha sido interesado en el poder, como adquirirlo, como ejercerlo, y como retenerlo. De hecho, en un sentido podemos decir que toda la historia desde el punto de vista del hombre ha sido la lucha continua para el poder. Desde el primer pecado en el huerto de Edén cuando Adán quizo ejercer el poder de su propia voluntad contra el poder de Dios, hasta el momento cuando los judíos junto con los romanos ejercieron el poder ambos civil y religioso para crucificar a Jesucristo, la historia humana ha procedido por la lucha perpetua para el poder. Está muy de moda en la actualidad hablar de los intereses de cada distinto grupo de la humanidad y de cada diferente cultura para aferrar al poder. De hecho, algunos pensadores posmodernistas han alegado que todo el conocimiento humano es nada más de un ejemplo de nuestra lucha para el poder. Tales pensadores son la descendencia intelectuales de tales filósofos como Friedrich Nietzche y Karl Marx del siglo diecinueve, y muchos han sido influídos por los autores franceses del deconstrucionismo. Aunque eso les conduce al fin y al cabo a lo absurdo, puesto que se puede refutar esa postura a base de su propio criterio, sin embargo es indudable que la cuestión del poder siempre ha exigido la atención del hombre como una cuestión legítima.

 

Pero no es algo nuevo. Fue así además a fines del primer siglo y a principios del segundo cuando la iglesia de Cristo tuvo que luchar con esta cuestión duradera del poder. ¿Cómo debe de ser organizada la iglesia de Cristo como revelada en el Nuevo Testamento? ¿Quíen debe de estar encargado con las congregaciones? Después del himno, volveremos a examinar la cuestión del poder y la organización de la iglesia bíblica:

 

Cada grupo humano tiene que tener algún tipo de organización para funcionar efecientemente. Pero, ¿cómo debe de estar organizada la iglesia de Cristo? ¿Quién o quiénes tienen la autoridad para ejercer el liderazgo en la iglesia? Bueno, como de siempre, es necesario acudir a la bíblia, y solamente a la bíblia, para dar una respuesta. Si hablamos, tenemos que hablar conforme a las palabras de Dios (1 Pedro 4:11). No tenemos el derecho de añadir a las Palabras de Dios respecto a la organización correcta para la iglesia. Si acudimos al ejemplo de la práctica y las enseñanzas de los apóstoles vivientes concerniente el liderzago para la iglesia, podemos conocer con certeza lo que Dios quiere para la iglesia hoy en día, puesto que la verdad nunca cambia. «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán,» dijo Cristo en Mateo 24:35.

 

En primer lugar, hay que notar que se entiende la frase «la iglesia primitiva» en dos sentidos. Uno, el sentido universal, y el otro, el sentido local. Por ejemplo, cuando Cristo dijo en Mateo 16:18 «sobre esta roca edificaré mi iglesia,» estuvo hablando de la iglesia en el sentido universal. Se refería a la iglesia en calidad de todos los redimidos por todo el mundo que constituyen su iglesia. En cambio, cuando Pablo escribió «a la iglesia de Cristo que está en Corinto» en 1 Corintios 1:2, se refería a la iglesia en calidad de una asamblea o sea una congregación que se reunía con frecuencia en la ciudad de Corinto. Es bien importante entender estas diferencias en el uso de la palabra «la iglesia» en el Nuevo Testamento.

 

En segundo lugar, hay que notar como fue organizada la iglesia de la cual se lee en el Nuevo Testamento. La iglesia en su calidad local fue organizada con ciertos oficios, como los de los ancianos, los diáconos, los evangelistas, y maestros y miembros (Efesios 4:11). Bueno, uno puede decir que sí se mencionan a esos grupos en este texto para además se mencionan a los apóstoles y profetas. Pero, esos fueron oficios especiales limitados al primer siglo. Los profetas tuvieron el don de la profecía milagrosa que con el transcurso del tiempo se acabó cuando vino lo perfecto del conocimiento de la revelación (1 Corintios 13:8-13). Los apóstoles fueron aquellos que anduvieron con Cristo o que habían sido testigos oculares del Cristo resucitado (Hechos 1:21-22). Puesto que no viven hoy día los testigos oculares al Cristo resucitado, y puesto que Cristo no hizo ningún arreglo para perpetuar ese oficio, fue temporal. Entonces, los que quedan son los ancianos, diáconos, evangelistas, y maestros.

 

Los ancianos fueron conocidos también como los «obispos» en Hechos 20:17 y 28, y fueron conocidos como los «pastores» como se infiere de 1 Pedro 5:1-2. Este oficio existía desde muy temprano en la iglesia primitiva (Hechos 11:30). Pablo constituyó ancianos en cada iglesia en Hechos 14:23. Tito estableció ancianos en cada ciudad (Tito 1:5). Pablo escribió a la iglesia en Filipos en Filipenses 1:1, «con los obispos y diáconos.» Entonces, leemos de una pluralidad de obispos, siempre más de uno, en cada congregación. Tuvieron la misma autoridad dentro de su propia congregación. Ninguno regía sobre el otro. Y vemos que ningún obispo en su congregación local ejercía ninguna autoridad sobre otra congregación.

 

Las cualificaciones para los ancianos, o sea obispos o pastores, se encuentran en 1 Timoteo 3 y Tito 1. Déjeme recalcar aquí que el obispo ha de ser «marido de una sola mujer» (1 Timoteo 3:2) con «hijos en sujeción» (versículo 4). ¿Por qué hoy en día hay iglesias en las cuales los obispos practican el celibato? Bueno, porque así les manda la jerarquía de esas iglesias, como Pablo advertió en 1 Timoteo 4:3, «prohibirán casarse.» Esas iglesias prohiben que se casen sus obispos, aunque la Palabra de Dios, la bíblia, dice que el obispo debe de estar casado.

 

La función de los obispos o sea ancianos o pastores fue de superintender la congregación local donde se reunían, y de preserverla del error (Hechos 20:28-31). Hicieron las decisiones prácticas que nos enfrentan en el mundo físico.

 

Bajo el liderazgo de los ancianos en cada congregación servían los diáconos («siervos») y el evangelista y los maestros y otros miembros. Entonces, tenemos la autoridad bíblica para organizar la iglesia en su calidad local, o sea cada congregación, cada asamblea particular. Pero, cada congregación del primer siglo fue independiente, fue autónoma, de cualquier otra.

 

En tercer lugar, es imprescindible darse cuenta que no fue diseñada ninguna organización para la iglesia en su calidad universal. Cristo mismo preside como la cabeza de la iglesia en ese sentido (Colosenses 1:18). Ningún hombre, digo ningún obispo, tiene ese derecho. No tenemos la autoridad bíblica para organizar la iglesia en una escala más grande que la iglesia local. No hubo ninguna jerarquía por encima de todas las distintas iglesias en los tiempos apostólicos.

 

No obstante, vemos una historia muy triste. A través del tiempo se envanecieron algunos obispos (como advierte 1 Timoteo 3:6). Muchos, como Diótrefes de 3 Juan 9 «les gusta tener el primer lugar entre ellos.» Cambiaron el plan bíblico por motivos de concentrar el poder cada vez más en las manos de menos y menos personas. Vemos la tendencia afuera del arreglo primitivo y más democrático para la iglesia hacia la tiranía eclesiástica, como fue advertido en Hechos 20:29-30. Cada congregación hoy día puede prescindir de ese arreglo antibíblico, y dejar cada nombre no-Escritural, y cada práctica, cada creencia, que no se encuentre en la bíblia. Debe de quedarse independiente con Cristo como la única cabeza y la bíblia como el único credo. Primero, debe de ser constituyida una iglesia de Cristo cuando cada persona cree, se arrepienta, confiesa a Cristo, y es bautizada para así ser añadida por Cristo a su iglesia (Hechos 2:47). Gracias, y hasta la próxima.


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