La Iglesia Libre: Un Estudio de la Organización  Eclesiástica

Escuche la advertencia del apóstol Pablo para los ancianos de Efeso en Hechos 20:29-30: «Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.» Tenemos que meditar en las implicaciones de este texto. Pablo les decía a los ancianos en la iglesia primitiva que de en medio de ellos mimos iban a entrar «lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño.» Obviamente, la imagen del lobo viene de las enseñazas de Cristo, quien dijo en Mateo 7:15: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.» El lobo es el falso maestro. Por eso, Hechos 20:29-30 estuvo predeciendo la llegada de falsos maestros de en medio de los mismos ancianos. Históricamente, eso es precisamente lo que pasó. Por el segundo siglo, los hombres habían comenzado a cambiar el patrón de la doctrina de Cristo como enseñada por los apóstoles. El primer cambio mayor fue en el arreglo del ancianato. En los tiempos más primitivos y por ende más puros, como el arroyo es más puro lo más que se acerca a su fuente, la pauta de la enseñanza de Cristo y los apóstoles había establecido un arreglo muy sencillo para las congregaciones. Cada iglesia, o sea, cada congregación o cada asamblea local, estuvo independiente y autónoma de cada otra iglesia hermana. Los ancianos ejercieron el liderazgo solamente en la congregación local donde se reunían (véase Filipenses 1:1-2 y Hechos 14:23). Ningún anciano—el cual fue llamado «obispo» o «pastor» también—tuvo el derecho de establecer reglas para ninguna otra congregación local. Pero, los hombres cambiaron ese arreglo sencillo con su propio plan jerárquico. Hasta el día de hoy, los lobos rapaces siguen destruyendo al rebaño. Pero, ¡gracias a Dios!, ya podemos regresar a la pauta primitiva de las enseñazas, podemos restaurar esa iglesia primitiva. ¿Cómo? Por retornar a la bíblia como nuestra única guía completa y autoritativa para nuestras doctrinas y prácticas. Muchos lo han hecho. Después del himno, quisiera compartir con Ud. el mensaje maravilloso de la posibilidad para la unidad de los discípulos y la restauración de la iglesia original en nuestros tiempos:

 

La presentación de nuestro programa comienza diciendo, «las iglesias de Cristo, le brindan.» ¿Quíenes son las iglesias de Cristo? Casí todo el mundo cree que cualquier distinta iglesia es nada más de otra denominación. Pero, ¡no! No es así. Las iglesias de Cristo en el mundo de la actualidad, igual que en el primer siglo—digo, el primer siglo—no tenemos ninguna sede terrenal tampoco oficina central, o gobierno jerarquico rigiendo por encima de las congregaciones individuales. Es una confederación floja—mejor, no es confederación, sino una comunidad espiritual ligada con nada más que el mismo deseo de reproducir en nuestras vidas la iglesia original como descrita en el Nuevo Testamento. Existen miles de congregaciones o sea iglesias de Cristo por todo el mundo, pero de veras, no sabemos cuantas exactamente, y nunca podremos saber tampoco queremos saber. ¿Por qué? Porque una iglesia de Cristo viene a existir en cualquier momento, o en cualquier lugar en toda la tierra, donde hay personas que toman la bíblia, ni más ni menos, y siguen el plan de la salvación en la bíblia, a saber, creer en Cristo (Juan 8:24), arrepentirse de pecados (Hechos 2:38), confesar a Cristo (Romanos 10:9-10), y ser bautizado—inmersionado—en agua para perdón de los pecados (Hechos 2:38, 1 Pedro 3:21). Digo, que cuando las personas en cualquier parte del mundo toman sus bíblias y siguen exactamente ese plan sencillo, sin restar ni añadir nada, entonces por la acción del Señor mismo son añadidas a su iglesia, la iglesia de Cristo (Hechos 2:47; Mateo 16:18). Ahora, pues, por esa razón, no podemos calcular precisamente cuántas congregaciones de las iglesias de Cristo existen en el mundo en determinado momento, porque la bíblia enseña la misma cosa a todos en todo el mundo, y pueden cumplir sus enseñanzas y ser añadidos a la iglesia, sin saberlo cualquier otra congregación.

 

Casi todas las denominaciones en la cristiandad hoy día tienen alguna forma de sede formal u oficina central. Por eso, teóricamente las denominaciones pueden presentar una amenza a cierto punto para los gobiernos civiles en cualquier país. (Medite en la historia triste de México donde muchas veces en su historia más temprana la iglesia de Roma estaba estrechamente ligada con los poderes reaccionarios y conservadores para proteger solamente los intereses de los ricos y los criollos—historia repetida en otros países. Puede pasar nuevamente en cualquier nación. Por ejemplo, si entra en otro país una denominación con sede oficial en los EE.UU., sobre todo, si es denominación adinerada con bastante influencia política—de lo cual muchas tienen—pueden entrar como embajada no-oficial de la cultura norteamericana, difundiendo ideas sociales y hasta políticas de los estadounidenses. En cambio, las iglesias de Cristo ¡no! ¿Por qué? Porque no hay sede oficial en EE.UU., ni en Londres, ni en Roma, ni en cualquier otra parte del mundo. Nuestra sede está en el cielo donde Cristo manda como la única cabeza de su iglesia (Efesios 1:22,23).

 

Sin embargo, una iglesia con sede humana aquí en la tierra física es peligrosa, porque puede convertirse en una guarida de los lobos rapaces al antojo de los encargados con la jerarquía. Cuando eso pasa, sus doctrinas falsas pueden pasar a través de todas las iglesias locales en cualquier país por ser vinculadas con la oficina central. Hay potencia para muchos abusos en tales arreglos antibíblicos. Por otro lado, si entra un falso maestro en una congregación de las iglesias de Cristo, y comienza a enseñar sus errores, sí, puede afectar toda esa congregación local. Pero, a medida que se mantienen independientes y autónomas las iglesias de Cristo, ese error no va a estar difundido necesariamente en las otras iglesias. Es solamente cuando se cambia este arreglo de libertad para el arreglo de tiranía eclesiástica que pueden pasar de congregación en congregación las doctrinas falsas y dañinas que condenan las almas.

 

La iglesia de Cristo no es el autor de la doctrina, sino el recepiente; no es la fuente, sino el estanque; no es la causa, sino el efecto, no es el inventor de la enseñanza, sino el invento, no es la razón, sino el resultado de la enseñaza pura bíblica. Cuando Ud. procura en su propia vida prescindir de toda corrupción de doctrina, de dejar a un lado cualquier credo, o manual, o catecismo, etc., de las denominaciones humanas, puede tomar la bíblia nada más y seguir sus enseñanzas para ser salvo y para formar una iglesia local, o sea asamblea o reunión, de la iglesia de Cristo en su propio lugar. Como hemos visto de Hechos 20:29-30, el Espíritu Santo por Pablo supo que los hombres iban a cambiar la doctrina pura y original. Supo que el error iba a comenzar con los mismo ancianos, o sea obispos, porque el diablo conoce bien las maniobras políticas. Pero supo que iba a existir la palabra de Dios para siempre (Mateo 24:35, «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán»). Sus palabras se hallan en el Nuevo Testamento. Por tanto, Ud. puede regresar al Nuevo Testamento y restaurar—digo ¡restaurar!—la iglesia original de Cristo. Eso es la solución del problema. Gobiernos civiles, ¡no teman! Las iglesias de Cristo son grupos sencillos a-jerarquicos, a-culturales, y a-políticos. Pero, de acuerdo con la bíblia, nuestra lema es: ¡verdad! ¡unidad! y ¡libertad! en la religión. Esos principios solamente se realizan por la restauración de la iglesia primitiva.


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